El esfuerzo inversor en I+D aumenta en nuestro país, pero sigue siendo insuficiente si no queremos quedarnos atrás. Según las últimas cifras publicadas por el Instituto Nacional de Estadística, la inversión en I+D en España creció en 2017 hasta los 14.063 millones de euros, un 6% más que el año anterior. Además, la I+D ganó peso en la estructura productiva española hasta situarse en el 1´20 % del PIB.
Sube la inversión en I+D, pero este aumento no permite reducir la diferencia que mantiene España respecto al promedio europeo. Al establecer la comparativa con el resto de países de la Unión Europea, comprobamos que todos los países, a excepción del nuestro, Finlandia y Portugal, han recuperado los niveles de inversión en innovación previos a la crisis. Mientras que España acumula una caída del 5´8%, Alemania ha aumentado su inversión un 31%, Reino Unido un 16% y ojo, China lo ha hecho en un 99%.
La Comunitat Valenciana, pese a los esfuerzos hechos, tampoco ha logrado superar el máximo histórico de inversión en innovación y desarrollo, todavía cuatro puntos por debajo. El gasto en I+D por PIB en el ejercicio 2017 en la Comunidad fue del 0,99 %, por debajo de la media nacional y lejos del compromiso del 2% para el año 2020.
Todos, las organizaciones empresariales, las empresarias y empresarios, también la Administración, coincidimos en la necesidad de cambiar estos porcentajes. No podemos pensar que manteniendo nuestros actuales estándares de innovación vamos a poder competir con países que progresivamente van incorporando nuevos avances tecnológicos, más digitalización y procesos más innovadores.
El crecimiento económico y el éxito empresarial en un entorno cada vez más global y complejo pasa por la mejora de la productividad y la competitividad, y esta mejora está ligada a la I+D. Si queremos un modelo productivo diferente al actual, basado en el conocimiento, los intangibles y la tecnología; si queremos un crecimiento inteligente, sostenible e integrador, deberemos realizar un mayor esfuerzo inversor en este campo, y éste deberá llegar tanto desde el sector público como desde el privado.
Más inversión, más estable en el tiempo, con una tasa de ejecución más alta y mayor capacidad para atraer y retener el talento. Sin estas cuatro premisas, que requieren del compromiso de los agentes privados y de los públicos, la apuesta por la innovación no será real.
En la Comunitat Valenciana, las pequeñas y medianas empresas constituyen el 95% del tejido empresarial y su capacidad para acometer grandes programas de I+D es limitada. Disponemos, en cambio, de una red de institutos tecnológicos, de unas universidades, de unos centros de investigación y de una Agencia Valenciana de Innovación, sobre los que apoyarnos para generar conocimiento y desarrollar nuestra capacidad innovadora. O el conocimiento llega al modelo productivo y convertimos ese conocimiento en productos, servicios, procesos y bienes que repercutan en un mayor crecimiento económico de nuestro territorio, o en un futuro seguiremos bajando posiciones en los rankings de economías más competitivas.
La colaboración entre los sectores públicos, empresariales, sociales, tecnológicos, científicos y educativos, al tiempo que una mayor inversión en I+D, puede convertirse en la forma más eficaz de dar el salto hacia una economía más competitiva y sostenible. ¿Apostamos por un crecimiento inteligente?, es decir, ¿apostamos por la innovación?