Mucho se ha hablado sobre la necesidad de un cambio de patrón económico que prime el modelo basado en el conocimiento sobre modelos de inversión en “burbujas” y con un sentido “cortoplacista” centrado en acciones poco viables y de un retorno económico más que dudoso. Si algo debemos ser conscientes como sociedad, es de la más que necesaria transformación de la economía hacia sendas de modelos que nos permitan un nivel de competencia acorde a un mercado global, apoyado en activos tangibles, que den valor añadido a lo ya conocido y nos permitan competir, con una alguna ventaja.
Y es ahí en donde encontramos lugares comunes, señalando la investigación, el desarrollo y la innovación (I+D+i) como elemento clave que no permita impulsar la economía hacia sendas de crecimiento y de competitividad, con una derivada, más que importante, desde un aspecto social y de sostenibilidad del sistema, la generación de empleos estables y de calidad.
Y es en ese campo, el de la I+D+i, en el que toma cuerpo la necesidad de emprender (entendido este término como el “acometer y comenzar una obra, un negocio, un empeño, especialmente si encierran dificultad o peligro”), y el emprendimiento, como esa cualidad de emprendedor que compagina con «sacrificio y esfuerzo» por partes iguales y en los distintos planos de la vida:
– tanto personales, por una obligación de estar en la vanguardia del conocimiento y/o la técnica.
– como económicos, por la necesidad de la búsqueda de inversión en esos proyectos de emprendimiento que permitan echar a andar ese sueño.
– como, principalmente, familiares… por el sacrificio y esfuerzo de las familias en apoyar el «sueño» y su tránsito sobre un viaje con diferentes etapas indispensables en el camino del emprendimiento, resaltándose la importancia de disponer de un modelo para afrontar todo reto.
Actividades de investigación, desarrollo e innovación en campos y actividades más que diversos y dispares que deben dar pie a la generación de negocios innovadores e internacionalizables, con el fin de generar ese crecimiento económico y del empleo estable y de calidad. Negocios en áreas de desarrollo como la geoingeniería, la inteligencia artificial, las tecnologías de realidad aumentada, los asistentes virtuales, la robótica, el aprendizaje automático, el desarrollo de nuevas empresas de tecnologías IoT,… y, en el área de la biotecnología, con desarrollo en Genómica, Oncología Radioterápica, y otros campos de la biomedicina y bio-investigación,…, campos, todos ellos, en donde se da un emprendimiento, una investigación e innovación y un desarrollo tecnológico, con proyectos referentes a nivel mundial.
Referentes que, a pesar de todo ello, se enfrentan a una realidad de necesidades económicas lejos de los objetivos de la Estrategia Europea 2020 de alcanzar un nivel de inversión total, en I+D, del 3% del PIB de la UE posicionándonos, a nivel de España, lejos del 1,40% del PIB que alcanzamos en el 2009, puesto que hemos disminuido la inversión hasta el 1,19 del 2016 o el actual 1,20%. Descenso de inversión en un área crucial que abre, aún más, la brecha con países como Alemania, en donde la I+D supone el 3% del PIB, o con la media de los 28 de la UE, que se posiciona en el 2,07%, ubicándonos muy lejos de referentes como China, en los que en un periodo del 2009 al 2015 disparó la inversión en I+D en un 99%.
Realidad económica que, además y en el campo de la I+D+i, se enfrenta a otros hándicaps como es el tejido empresarial de pyme a nivel nacional, con un 95,83% de empresas de menos de 9 trabajadores; tercerización de la economía española, con predominancia de sectores de baja cualificación y un sector servicios que representa más del 75 % del PIB; problemas de acceso a la financiación por el control y limitaciones ejercidas, por parte del Banco Central Europeo, para financiar proyectos basados en conocimientos intangibles; poca transferencia de tecnología y conocimiento entre el ámbito público y privado; gobernanza, con necesidad de una mejora en la fiscalidad a proyectos de I+D+i, con estabilidad y uniformidad, así como por una simplificación, armonización de los trámites y reducción de tiempos administrativos, además de disponer de un sistema efectivo con mecanismos que ofrezcan la máxima seguridad jurídica de la propiedad intelectual del conocimiento.
Para todo ello, necesitamos de la construcción de hubs de conocimiento, en base a la tecnología y redes de comunicación, con conectividad bidireccional entre agentes de I+D+i y el tejido empresarial y social, fomentándose una más que necesaria y alta capacidad de colaboración. Hubs que deben estar diseñados para abarcar el máximo número de entidades y establecer, entre ellas, esa bidireccionalidad, entre todo tipo de entidades y empresas periféricas, que permitan la transferencia de ese conocimiento y proyectos del sector de la I+D+i.
Gran reto que debemos afrontar con el fin de que suponga una transformación de nuestra economía, nuestra industria, nuestra sociedad y, por tanto, de nuestra sociedad.